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A dos años de gobierno aprista (23.07.08)

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El 2008 ha empezado a asemejarse a 1992. Las inocultables molestias que genera el Tribunal Constitucional en el Ejecutivo y el partido gobernante, hacen recordar los abiertos ataques de Fujimori al órgano de control constitucional a inicios de su mandato. De otro lado, la explícita y creciente voluntad del Ejecutivo para usar la mayor capacidad represiva posible contra la protesta social, remite directamente al famoso paquete de decretos legislativos de fines de 1991, que relajaba en extremo los entonces ya mínimos controles democráticos que se mantenían sobre la lucha contrasubversiva siendo, a la postre, el pretexto usado para cerrar el Congreso ante las observaciones planteadas por algunos de sus integrantes, en abril de 1992. Asimismo, cómo no recordar que ese mismo paquete de decretos legislativos también formuló los lineamientos para adecuar al país al modelo económico neoliberal. Semanas atrás, el Ejecutivo emitió más de una centena de estas normas, para establecer los marcos de implementación del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. Los parecidos entre ambos momentos son inocultables. Agreguemos también el deseo manifiesto de clausurar el Congreso en al menos alguno de los actuales congresistas oficialistas, así como los intentos de volver a reformar la Constitución, para abrir la posibilidad de la reelección presidencial, sólo siete años después que los peruanos –aparentemente– nos habíamos convencido para siempre de lo nefasto de este procedimiento, de manera tal que una de las primeras acciones de la democracia reconstituida fue cambiar los artículos constitucionales para cancelar la posibilidad de la reelección. Como ahora, en 1991-92 también tuvimos una oposición inoperante. Entonces fracturada por agotamiento programático y deslegitimidad de sus líderes. Actualmente, por flagrante incapacidad de sus integrantes. Hace veinte años también tuvimos una pléyade de economistas afirmando lo evidente: que la inflación golpeaba más intensamente al pobre. La diferencia es que entonces eran los neoliberales haciendo el repase a los restos del desarrollismo. Más aún, en diciembre del 1991, vía Decreto Supremo 063-91, el Servicio de Inteligencia fue convertido en Arma y, como se sabe, esto sirvió para entronizar el poder de Montesinos en el Ejército. Años después, otro decreto supremo, el del 29 de diciembre del 2001, puso fin a ese dispositivo e Inteligencia volvió a ser un Servicio, hasta que el Decreto Supremo 013-2008-DE/EP, del 20 de julio de este año, ha vuelto a darle el estatus perdido. En esa misma línea, el 20 de julio también se publicó el reglamento de la Ley 29166, de uso de la fuerza por parte de personal militar, que confirma la propensión a la impunidad. A todas luces, esta norma es un despropósito porque supone la posibilidad de que los militares intervengan con armas de fuego en situaciones de protesta social. Sin embargo, contra los dictados del sentido común, la historia no se repite. Es cierto que entre ayer y hoy hay una firme continuidad. Es el mismo libreto que en algún momento, hacia finales de los años 80, se elaboró en las usinas de las multilaterales: democracia formal y libre mercado. En el papel, ambos se complementaban y retroalimentaban. En la realidad, dos décadas después, los magros resultados sociales han condicionado el generalizado desprestigio del sistema político y si se debe optar, el objetivo siempre estuvo claro para quienes lo formularon, el grado de inversión está muy por encima de cualquier devaneo democrático. Pero también hay notables diferencias. En primer lugar, en 1992 no existían los gobiernos regionales. Apenas eran adminículos burocráticos totalmente desprestigiados que se redujeron a simples administraciones del Ejecutivo sin mayor resistencia. Asimismo, a inicios de los años 90 no teníamos el central protagonismo que ha adquirido el gran capital, que exige ahora garantías de estabilidad para que sus inversiones no se vean melladas. Tampoco hubo entonces el firme rol crítico y vigilante de algunos medios de comunicación. De igual manera, el escenario latinoamericano ha variado sustancialmente, aun cuando la inoperancia de la OEA sigue siendo prácticamente la misma. Finalmente, al frente ya no están Sendero Luminoso ni el MRTA, aunque la nostalgia oficial trate de resucitar sus fantasmas, para ver si de esa manera puede legitimar esquemas de control social militarizado. Así, se han cumplido dos años de gobierno aprista y lo que debió ser una apuesta hacia el futuro, haciendo un uso eficiente de los enormes recursos que genera el crecimiento, ha devenido en firme apego a un pasado que pudo superarse sin mayores complicaciones. Podría decirse que es más de lo mismo. Lamentablemente no es así. Las oportunidades para construir bases firmes para provocar el desarrollo sostenible no se dan todos los días. desco Opina / 23 de julio 2008


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Desco Opina

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23/07/2008

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