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El discurso presidencial: poco ruido, ninguna nuez (13.08.08)

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El discurso presidencial del 28 de julio desinfló las limitadas expectativas que existían en su contenido. Alan García se limitó, en buena parte de éste, a hacer un largo y tedioso recuento de los éxitos de su gestión, evitando cualquier tono autocrítico ante la gran cantidad de sus promesas electorales, largamente incumplidas. Sin embargo, obligado por la necesidad de responder a la importante conflictividad social que afecta «la confianza» en el país que requiere el modelo económico que alienta, basado en la gran inversión privada, no dudó en asumir nuevos compromisos. Así, anunció la reducción de la pobreza al 30% para el 2011, la erradicación del analfabetismo, la disminución de la desnutrición crónica, la instauración del seguro universal de salud, la ampliación de los servicios básicos y el acceso a la electricidad, además de la reducción significativa de la deuda externa y el incremento de la inversión pública de regiones y municipalidades... Eso sí, todo ello conservando el orden y la estabilidad económica y con mano dura frente a los comportamientos «inmediatistas». Con profusión de cifras y relación de obras ejecutadas, el Presidente recorrió distintos temas –crecimiento económico, austeridad, descentralización, programas sociales y la ubicación del país en el mundo- sin decir nada nuevo y obviando temas neurálgicos como la reforma tributaria, la inexistente política agraria o la inflación, que eran parte de las expectativas de la opinión pública. Hay que reconocer, sí, que aunque triunfalista y desordenado, el discurso no tuvo el tono confrontacional que caracteriza en el último tiempo sus intervenciones públicas, llegando incluso a pedir disculpas por sus «excesos verbales» y a señalar su comprensión por la «cólera histórica» de los pobres. Tras el discurso la vida siguió normalmente. Las pugnas por el probable recorte de la inversión pública para hacer frente a los efectos inflacionarios del crecimiento están en marcha; el nombramiento como presidente de FONCODES del cuestionado dirigente aprista Carlos Arana se impuso mientras el Presidente exhibió, una vez más, su intolerancia frente a las preguntas que le formularon los periodistas sobre el tema; la crisis energética ya se hizo evidente, pero el gobierno dice no tener ninguna responsabilidad, como sostiene tampoco tenerla en el colapso del transporte público interprovincial. El mensaje al país del 28 de julio, hay que aceptarlo, fue simplemente una forma más con la que era necesario cumplir. Así lo entendió el Presidente García y por eso la sensación de «gastado» que dejó su intervención. Difícil creer en sus nuevos anuncios y compromisos, cuando el día a día, tercamente nos demuestra que el modelo económico que sustenta su acción, explica en buena medida su comportamiento. El orden y la estabilidad económica, tal como los entiende su gobierno, no tienen sensibilidad frente a las enormes brechas sociales y las exclusiones que enfrenta nuestra sociedad. desco Opina / 13 de agosto 2008


Tipo de publicacion:
Desco Opina

Edicion:
0

Fecha de publicacion:
14/08/2008

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