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Juicio a Fujimori, memorias colectivas y democracia

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Pedro Supo Sánchez, miembro del denominado Grupo Colina, afirmó, ante los jueces que juzgan a Fujimori, que formó parte de “un destacamento para vigilar y capturar delincuentes terroristas, pero después de Barrios Altos quedó claro que era para eliminar personas”. Obviamente, miente. Sabía perfectamente para qué se formaban esos grupos. La clandestinidad y la ilegalidad no son requisitos para realizar acciones que se suponen pertinentes dentro de una estrategia contrasubversiva, como la vigilancia y la captura. El Grupo Colina, como tal vez otros, se crearon para matar evitando los controles de la ley y del sistema. Se trata, en suma, de la expresión de una voluntad para actuar con total impunidad. La continuación del juicio al ex presidente Fujimori seguirá revelando, seguramente, otros ejemplos de esta manera de gobernar que imperó en el Perú durante la década pasada. Así, llegado el momento, los peruanos vamos a recordar cómo los grupos tipo Colina se complementaban con leyes de amnistía aprobadas por los congresos de entonces. También con actitudes y comentarios excesivos de gobernantes que suponiéndose más allá del bien y del mal, no dudaban en pasearse victoriosamente entre cadáveres. Por eso, el juicio a Fujimori es un buen ejemplo para aquilatar hasta donde los peruanos podemos permitirnos el ejercicio de la justicia para sancionar debidamente a los que delinquieron y, sobre todo, para reparar iniquidades provocadas por aquellos que estaban obligados a garantizar nuestros derechos. Pero, también es la oportunidad para ejercer y fortalecer nuestra memoria colectiva. Es decir, el juicio tiene un indudable trasfondo pedagógico que debería conducirse hacia la formación de escenarios más democráticos, que cancelen la posibilidad de experimentar nuevamente lo vivido en las décadas pasadas. Hay una gran tarea por delante. Fujimori aún mantiene una importante simpatía en la población peruana, básicamente porque muchos estiman que derrotó a la subversión. En esta percepción no se repara debidamente en los medios utilizados, asumiéndose que ellos eran necesarios en tanto el objetivo que se perseguía. Esto conduce a dos aspectos cruciales para tomar conciencia sobre la magnitud de la construcción democrática. Primero, como nos hizo saber la CVR, las víctimas fueron esencialmente peruanos excluidos y marginados. Segundo, las Fuerzas Armadas operaron en nombre del Estado y sus efectivos enmarcaron sus acciones en reglamentos y normas, en los que se dice claramente que al enemigo había que liquidarlo, como no podía ser de otra forma. ¿Quién era el enemigo? El general argentino Ibérico Saint Jean, lo definió sin tapujos: "primero vamos a matar a todos los subversivos, después a los indiferentes, y por último a los tímidos". En otras palabras, el planteamiento contrasubversivo exige total alineamiento con las fuerzas confrontadas, es decir, se debe optar por ser aliado o enemigo, pues no hay otra alternativa. En esa línea, puede suponerse, que el enemigo podía tomar la fisonomía de aquellos frente a los cuales nos resistimos a asumir que también forman parte de nuestra comunidad. Por ello la indiferencia cuando eran salvajemente asesinados en las alturas de los Andes. Por ello el peligro que vuelva a suceder lo mismo.


Tipo de publicacion:
Desco Opina

Edicion:
0

Fecha de publicacion:
07/03/2008

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