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Las heridas de la educación peruana

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El 14 de marzo, el Ministro de Educación anunció al país los resultados de la prueba nacional que rindieran los maestros en 35 sedes de las 26 regiones del país. En el examen, participaron 183,118 docentes que competían por 23,970 plazas de nombrados y 35,889 de contratados. Apenas 8,593 profesores fueron aprobados con nota mayor a 11, 151 de ellos con nota superior a 14. El examen, que fuera preparado por ESAN, nos confrontó una vez más con la tragedia educativa del país. Regiones completas como San Martín, Madre de Dios, Tacna, Ucayali, Huancavelica y Amazonas, no registraron un solo maestro aprobado. El resultado, de por sí dramático, no debía llamar la atención. En el pasado reciente, en pruebas similares, el porcentaje de aprobados fue muy parecido: 4.21% en 1997, 3.40% en 1999 y 3.15% el 2002. A través de una década, en pruebas distintas y varios gobiernos (3 por lo menos), los datos duros son los mismos, lo que debe obligarnos a buscar explicación clara, habida cuenta que las autoridades optaron por el camino fácil de anatemizar, una vez más, a los maestros en general y al SUTEP en particular. En principio, estos resultados demuestran la bajísima calidad de la mayoría de centros de formación magisterial, autorizados por sucesivos gobiernos; decenas de Institutos Pedagógicos autorizados sin ningún control por la primera gestión aprista y más de una cincuentena de facultades de educación creadas por el fujimorismo deben estar en la picota. Con ellas, quienes las promovieron y alentaron por interés político. Demuestran también, no podemos obviarlo, la improvisación del sector. Qué otra cosa sino es hacer un concurso para nombramientos el 9 de marzo, cuando el año escolar empezaba formalmente el 3 de ese mismo mes. Miles de niñas y niños del país tendrán menos horas de clase por el problema generado por los previsibles resultados del examen. Pero de eso no dice nada claro el Ministro del tercio superior, que también parece olvidar que la enorme mayoría de los 250,000 profesores nombrados, seguramente tiene un grado de calificación similar al observado en la prueba. Adicionalmente, es claro que los resultados del examen evidenciaron la insuficiencia si no el fracaso del actual sistema de capacitación de 250 horas, que en los últimos dos años atendió a cerca de 110,000 maestros, demostrando que no hay capacitación exitosa fuera del aula. Por lo demás, el número de docentes participantes en la evaluación debiera servir para que nunca más el actual gobierno recurra al fácil y tramposo argumento de la resistencia magisterial a los procesos de concurso que quedó desmentida nuevamente por la masiva participación. Más profundamente, recordemos que el gasto público en educación en el país se ha mantenido por debajo del 3% del PBI, mientras en países vecinos y con más limitaciones económicas que el nuestro, Bolivia, por ejemplo, está por encima del 6%, llegando hasta el 12.3% en el caso de Cuba. El gobierno actual y la clase política en conjunto, parece que olvidaron la duodécima política del Acuerdo Nacional que en esta materia establecía un compromiso de incremento del 0.25% anual, hasta alcanzar el 6% del PBI. Recordemos que el último año, la participación de la educación en el gasto público cayó 1.8% en relación al año anterior. Seguramente se puede criticar ésta, como cualquier otra prueba. Se puede cuestionar si por dicha vía se miden realmente los conocimientos de un docente, si es posible establecer arbitrariamente en 14 la nota aprobatoria o si muchas de las preguntas admitían varias respuestas posibles. Quedarse en esa crítica, sin embargo, es tomar el rábano por las hojas, como lo es responsabilizar a los maestros de la tragedia de la educación nacional. Resulta indispensable atacar los males de raíz y recuperar la educación pública nacional a fin de no seguir sacrificando nuevas generaciones y con ellas al país todo. Mejorar radicalmente el nivel de nuestra educación debe ser prioridad nacional. En este esfuerzo, la capacitación de los maestros en ejercicio y una formación de calidad a quienes ingresan a formarse en la profesión debe ser un paso neurálgico que tendrá que expresarse en el presupuesto nacional, pero especialmente en el compromiso de todo el país que debe estar extremadamente preocupado por esta nueva desvalorización de un magisterio que tiene décadas de maltrato y de malas relaciones con un sector, que no entiende que esa matriz fortalece las posiciones más radicales y menos comprometidas con la educación del gremio docente.


Tipo de publicacion:
Desco Opina

Edicion:
0

Fecha de publicacion:
26/03/2008

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