Luego de 34 números con periodicidad semestral, no ha habido situación política tan inestable en el pasado reciente al momento de editar un volumen de Perú Hoy como el que estamos experimentando actualmente. El hecho de que las entregas que incluimos en esta oportunidad hayan tenido que variarse a pedido de las y los autores, porque las versiones preliminares quedaban desfasadas por la rapidez de los cambios, es un buen indicador de lo volátil que ha devenido nuestra realidad política.
Dicha volatilidad ha sido para mal, por supuesto, porque luego de casi 20 años de vigencia de un régimen democrático que nos empeñamos en construir para superar un pasado que tildábamos de ominoso, resultó que el principal protagonista político de nuestro ciclo democrático fue precisamente a quien entonces acusamos –más sus herederos–, dejándose ver además, en este caso a través de los funcionarios brasileños que contrataron con el Estado peruano, una corrupción rampante al más alto nivel, la cual compite ventajosamente con la que tuvimos en los años 90.
¿Qué pasó? Seguramente la respuesta no radica solamente en la culpa de los protagonistas sino también en la poca atención que prestamos a los factores que fueron descomponiendo paulatinamente el sistema político. Por ejemplo, el hecho de haber dejado incólume el diseño estatal de la Constitución de 1993, que volvió a la democracia una cuestión meramente formal, disolviendo hasta sus huesos cualquier intento de ejercicio de controles y contrapesos entre los poderes del Estado con el objetivo de que el gobernante de turno pudiera tener la injerencia debida en el momento adecuado sobre ámbitos que en teoría debían desenvolverse autónomamente. Como sabemos, esta fue una manera por demás cómoda que usó el fujimorismo para gobernar el país, y que sus sucesores «democráticos» siguieron al pie de la letra.
Los acontecimientos que rodearon la caída en pendiente de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) nos dicen claramente que la calidad de la democracia que tenemos ahora, se parece mucho al régimen que se desintegró a fines de los 90 en cuanto a sus falencias, puntualmente en sus contenidos y formas corruptas.
Así, los ajustes y correcciones que propuso la buena voluntad del presidente Martín Vizcarra debieron empezar por aceptar que el tiempo corría en contra del sistema político: luego de casi dos décadas, la promesa democrática se transformó en una deuda crecientemente frustrante para los peruanos. Lo que tenemos como resultado es un indignante aplazamiento de las reformas por la calculada inacción de la mayoría congresal, que se sumó a la inoperancia del Ejecutivo. Hoy, para todos los efectos, hay un evidente déficit de capacidad de respuesta de las políticas públicas hacia lo que desea la gente.
La forma como se ha estructurado la política peruana, ante la carencia de partidos políticos que merezcan en algo tal nombre, está lejos de las normas y compromisos que suponíamos. Así, la defensa de la política se ha convertido en una urgencia, y no la haremos adecuadamente si no sinceramos nuestra idea de los políticos. Porque nada favorece más a los corruptos que la generalización de la sospecha y hacer que cunda el «que se vayan todos», por eso, aunque suene ingenuo o desfasado, debe defenderse la primacía del honor de los políticos responsables, precisamente para que queden nítidamente definidos los que no lo son.
Nuestra contribución a partir de estos 14 textos pretende, como siempre lo ha sido, propiciar un espacio plural para el debate de ideas que motiven un análisis de los escenarios posibles en este Perú disperso y desarticulado, sin un norte definido y sumido en esta pugna de poderes donde la democracia –al parecer– es lo último que se defiende.
Lima, setiembre de 2019
Sede Central
Jr. Huayna Cápac Nº 1372. Lima 11 - Perú
Teléf. (51-1) 309-2875 / www.desco.org.pe
postmaster@desco.org.pe
© desco 2017 - Todos los derechos reservados