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El autoritarismo fujimorista y los espacios de concertación (1990-2000)

La década de 1990 es uno de los peores periodos de la historia del Perú. En esos años se rompió todo equilibrio entre mercado, Estado y sociedad. También se resquebrajó casi todo balance entre economía, política y sentido ético y solidario; a tal punto que sus principales protagonistas están hoy en condición de fugitivos o encausados en numerosos procesos judiciales. Fue, pues, una década signada por el autoritarismo y la corrupción ejercidos por un gobierno que alcanzó ribetes mafiosos nunca antes vistos en nuestra historia.

Se trató, también, de años adversos para la idea del desarrollo con contenidos sociales y democráticos. El discurso imperante y la política económica le rendían culto a los mecanismos de un mercado supuestamente libre. En 1990 se aplicaron medidas de radical e indiscriminada reducción de los gastos e inversiones del Estado, como parte de su privatización. También fue indiscriminada y radical la liberalización del comercio y de los precios. Esta política sirvió para mejorar sobre el papel las cuentas fiscales y los negocios de las grandes empresas, especialmente las financieras. Sus efectos, sin embargo, resultaron profundamente destructivos del consumo de la gente común y corriente y sobre los sectores productivos como la agricultura y la industria. La educación y la salud públicas, así como la seguridad ciudadana, sufrieron un enorme deterioro. El Ministro de Economía que inauguró esta política en agosto de 1990 concluyó su discurso pidiendo “Que Dios nos ayude”. En ese momento, nuestra revista institucional (Quehacer n.º 63) tituló: “Acabar con la inflación, sí; pero NO así”.

Al inicio de este periodo desco mantuvo e incluso amplió sus compromisos con las organizaciones sociales, las agencias de cooperación y las diversas instituciones socias en redes y consorcios. Sin embargo, los problemas de la época obligaron a adecuar algunos de nuestros proyectos. Un efecto del enorme recorte de salarios y derechos laborales fue el significativo debilitamiento de las organizaciones sindicales, de sus actividades y de sus movimientos. Ello llevó a que se tuviera que reorientar el trabajo del antiguo Programa Laboral hacia otras líneas de promoción de la pequeña producción y el empleo, y al fortalecimiento del Programa de Microempresarios.

A partir de 1992, con el inicio de la privatización y venta de numerosas empresas estatales a precio de remate, con enormes facilidades tributarias, con recortes significativos de los derechos laborales y con muy escasa transparencia, empezó a reactivarse la economía, pero básicamente en sectores como la minería, las finanzas y ciertos servicios. La industria, la agricultura y los servicios públicos, como la educación, continuaron en su nivel de depresión a lo largo de la década.

En abril del mismo año, para brindarle el adecuado sostén político a su gestión económica, el gobierno de entonces dio un golpe de Estado, disolvió el Congreso e intervino el Poder Judicial. Ese año, con la mediación de su asesor de Inteligencia, el gobernante selló su pacto con la cúpula militar para edificar el régimen autoritario que prevaleció hasta el final de la década. Apenas tomada, la decisión recibió el apoyo de la gente ilusionada por la afluencia de las inversiones extranjeras y por la providencial captura del jefe del PCP-SL. Más tarde se combinó la manipulación masiva de los programas de asistencia social con el control de todos los poderes del Estado y el soborno a los dueños de los medios de masas como la televisión. Era la combinación de discursos neoliberales y prácticas autoritarias, también aplicada en países vecinos. Desde el comienzo de este ciclo, a mediados de 1992, la institución expresó su oposición. En su número 74, Quehacer tituló: “Salvo el mercado, todo es ilusión: El sendero liberal”, y Quehacer n.º 78 rotuló: “Dividiendo al país”.

En colaboración con dos instituciones amigas —CEPES y CEDEP—, impulsamos la formación del consorcio Propuesta Ciudadana como parte de un esfuerzo por contribuir en la defensa de la democracia y la urgente reforma del Estado. Ese intento inicial se vio fortalecido con el correr de los años: el consorcio reúne hoy a once organizaciones como la nuestra, comprometidas con el proceso de descentralización en curso.

En este contexto, cada vez más autoritario y cerrado al diálogo, nuestros proyectos Programa Rural Valle del Colca y Programa Urbano alentaron decididamente espacios de concertación que convocaban a diversos sectores sociales, económicos y políticos y reconocían un papel central a los gobiernos locales. En paralelo, los componentes tecnológicos y productivos de nuestras intervenciones articulaban mejor sus propuestas a partir del enfoque que supone identificar y promover los principales circuitos económicos de cada zona de intervención. En general, nuestros proyectos contribuyeron durante esos años no solo a mejorar las capacidades productivas o los recursos habitacionales de las poblaciones campesinas o urbanas, sino también a recomponer y a fortalecer sus organizaciones y bases institucionales.

Pusimos especial énfasis en mejorar la capacidad de asociarse ya sea hacia dentro o hacia fuera de sus comunidades o barrios. De la misma manera, fortalecimos su capacidad de incidir en los gobiernos locales o en las instancias de decisión. Un sentido de autonomía de las organizaciones sociales y de democratización de la esfera local acompañó siempre el trabajo de nuestros programas, en tensión con las prácticas de clientelismo y de manipulación ejercidas por el gobierno central.

Desde los programas de intervención directa de la institución, continuamos alentando tanto el debate y la reflexión académica cuanto el desarrollo de capacidades y el fortalecimiento organizativo de las agrupaciones sociales. Destacaron en este periodo, entre otras publicaciones, Producir la ciudad popular de los 90: Entre el Estado y el mercado, Planificando el desarrollo: Manual del dirigente popular y En el juego de la vida: Ser delincuente en Lima. En esta etapa los investigadores de la institución contribuyeron al análisis político nacional y a la crítica del difícil momento que vivía el país con la publicación de distintos títulos, entre los que destacaron: Tiempos de ira y amor, Las barriadas de Lima: Historia e interpretación, Vinieron los sarracenos... El universo mental de la conquista de América, El racismo: La cuestión del otro y Para conocer la Constitución de 1993.

Los cambios económicos y de poder que se sucedieron en el país también fueron objeto de atención especial en el quehacer institucional. La deuda externa y el sector industrial fueron materia de nuestro interés, como lo demuestran distintas publicaciones de aquellos años: Inserción y deuda. Perú, 1985-1990: Un caso especial; De poder a poder: Grupos de poder, gremios empresariales y política macroeconómica; Cooperando para competir: Redes de producción en la pequeña industria peruana y De la matriz Estado-céntrica a la matriz mercado-céntrica: Régimen y empresarios 1990-1994.

El régimen político imperante en la década de 1990 terminó el 2000 convertido en una franca dictadura revestida de procedimientos electorales poco transparentes. Desde que el gobierno fuera reelegido en 1995, se combinaron la desaceleración de las inversiones extranjeras, la continuación de la depresión económica en el agro y en las regiones del interior del país, y los efectos de distintas crisis en los mercados internacionales. El modelo económico no tuvo respuestas para esos problemas. El régimen acentuó su autoritarismo, y las protestas de diversos movimientos sociales y cívicos confluyeron en 2000 para derribarlo y restaurar la democracia.

Hacia fines de la década, las experiencias acumuladas en el valle del Colca y Villa El Salvador nos permitieron diseñar e implementar proyectos de promoción para zonas rurales profundamente castigadas por el entorno económico de esa década. Entre 1999 y 2000 comenzaban sus actividades el Programa de Desarrollo de Huancavelica —que inició su intervención directa con la publicación del Atlas del departamento de Huancavelica—, el Programa Selva Central y el Proyecto de Desarrollo de la Provincia de Caravelí, que depende del Programa Arequipa. En la misma época, el Programa Urbano inauguró oficinas propias en Villa El Salvador y desde allí amplió su mirada al resto de distritos que componen el Cono Sur de Lima.

Con el porfiado respaldo de varias agencias de cooperación, desco pudo continuar su trabajo de investigación, análisis y publicaciones. En esta línea, se hizo visible la posición de claro cuestionamiento del conjunto de la política que imperó en la década de 1990 y en especial el rechazo a la actuación dictatorial que se acentuó a fines de ese decenio. En este periodo publicamos nueve números de la revista Pretextos, un espacio de reflexión académica del área de investigaciones. Los aniversarios institucionales de los veinticinco años (1990) y los treinta años (1995) fueron ocasiones bien aprovechadas para publicar series de libros sobre promoción del desarrollo a las que se sumaron reflexiones más ambiciosas sobre nuestros espacios de intervención directa, como Sociedad y poder local: Villa El Salvador y Colca: El vuelo del cóndor. Nuestra reflexión buscaba combinar el debate que ya se afirmaba en el mundo —La arqueología de la modernidad— con el intento por empezar a explicar la década vivida —La anunciación de Fujimori: Alan García 1985—1990; La ilusión del poder: La escena política en 1997; El Estado post-ajuste: Institucionalidad, Estado, actores y conflictos empresariales; Sociedad y gobierno local: Espacios de concertación y democracia y Política y antipolítica en el Perú—.

Durante esta década iniciamos la serie editorial Blanco y Negro, colección de libros de formato pequeño que se mantiene hasta la fecha. En ella se ofrecen los resultados de distintos estudios realizados por desco o por profesionales vinculados a la institución. Entre los temas tratados, destacaron la promoción al desarrollo, deuda externa, política petrolera, empresariado, seguridad ciudadana, pobreza y políticas sociales, racismo y discriminación, entre otros. Parte importante de las publicaciones producidas se alimentó de la información acumulada por el Banco de Datos de desco. Esta área, además, continuó editando el tradicional Resumen Semanal, que hacia el final de la década empezó a ser publicado en formato electrónico. A este informativo semanal se sumó el boletín Reporte Especial sobre Violencia Política, publicado desde 1991 hasta 2001, y cuya colección fue una importante referencia para los investigadores de la violencia política y sirvió de mucho para el trabajo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Finalmente, en 1998 apareció la colección Perú Hoy, pensada como un balance anual de la situación del país y que se mantiene vigente con dos ediciones al año.

El contexto imperante, adverso a los espacios de encuentro y diálogo, reforzó el interés de desco por cultivar y ampliar sus alianzas y su presencia en redes institucionales. El ejemplo más destacado fue el fortalecimiento del ya mencionado Grupo Propuesta Ciudadana con otras ONG locales. En el ámbito internacional, desco asumió la Presidencia de la Asociación Latinoamericana de Organizaciones de Promoción (ALOP), espacio desde el cual buscó contribuir al debate regional y a la construcción de capacidades de incidencia en el escenario global. Además, y en esta misma perspectiva, nos incorporamos a una red de ONG que interviene, como parte de la sociedad civil, en el seguimiento de los acuerdos asumidos por los estados en las Cumbres de las Américas. La permanente relación con diversos espacios internacionales de debate y con la cooperación internacional nos llevó a editar un boletín especializado denominado precisamente Cooperación.

A fines de 2000, en el último número de Quehacer de ese año, la carátula celebraba discretamente la instalación del gobierno de transición con este titular: “El poder en otras manos”. Había terminado una década desfavorable para el tipo de desarrollo que promovemos y deseamos, pero nuestra institución no solo se mantuvo íntegra sino que logró avances importantes y asumió nuevos retos. Al comenzar la primera década del nuevo siglo el régimen autoritario había caído, el culto al mercado estaba bastante cuestionado, se habían incrementado la pobreza y la inequidad, mientras la construcción de una democracia efectiva se mantenía como un reto sustantivo.



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